La lucha de las trabajadoras sexuales con discapacidad por los derechos digitales, la accesibilidad y la Justicia del Diseño. Por Emily Coombes, Ariel Wolf, Danielle Blunt y Kassandra Sparks
Traducción no profesional realizada por ACCIUMRed para lectura personal.
Accede al artículo original en inglés en este enlace.
Resumen
Las tecnologías de Internet son una herramienta cada vez más necesaria para que las personas que ejercen el trabajo sexual, las personas con discapacidades y las personas que con ambas identidades accedan a los recursos, a la comunidad y a los ingresos, además de reivindicar derechos y luchar por la Justicia Social.
Sin embargo, las investigaciones comunitarias en curso sugieren que los fallos de las plataformas online a la hora de abordar las necesidades de accesibilidad han tenido graves efectos en las trabajadoras del sexo, especialmente en las trabajadoras con discapacidades.
Este artículo examina el modo en que el diseño normativo de las redes sociales y una experiencia de usuario (UX) putofóbica, racista y capacitista se cruza con los sistemas punitivos de moderación de contenidos virtuales para afectar de forma negativa a las trabajadoras del sexo con discapacidades.
Para entender mejor cómo, nos centramos en los problemas específicos a los que se enfrentan las personas con discapacidades en Internet y en cómo la discapacidad se cruza con el trabajo sexual y la sexualización en general. Nos basamos en datos de nuestra anterior investigación comunitaria, Erased: The Impact of FOSTA-SESTA and the Removal of Backpage y la eliminación de Backpage], además de Posting into the Void, para compartir experiencias de trabajadoras sexuales con discapacidad.
• Erased: The Impact of FOSTA-SESTA [Borrado: El impacto de FOSTA-SESTA].
• FOSTA-SESTA es una ley de EE. UU. contra el tráfico sexual online.
• Backpage es el cierre de webs con anuncios clasificados.
• Posting into the Void [Publicar en el vacío].
Destacamos cómo la moderación de contenidos putofóbicos y la vigilancia punitiva de las plataformas, exacerbadas por la FOSTA-SESTA, afectan de forma única a las trabajadoras del sexo con discapacidad, especialmente a las que dependen de ayudas visuales o auditivas para relacionarse con los medios sociales. Al hacerlo, destacamos las intersecciones críticas entre la Justicia de la Discapacidad, la Justicia para las trabajadoras sexuales y la Justicia de Diseño para defender la importancia de la colaboración entre movimientos.
Introducción
Como muchas de nuestras autoras son trabajadoras del sexo con discapacidad, hemos visto de primera mano cómo el trabajo sexual ha sido un salvavidas para nosotras mismas, colegas y amigas. Ante los retos y las barreras que supone mantener un empleo en una sociedad capitalista y capacitista, muchas personas discapacitadas han recurrido al trabajo sexual como estrategia de supervivencia. (5) El trabajo sexual puede ser más flexible y, en comparación, más adaptable que muchas opciones de empleo convencionales, que suponen un reto para las personas que luchan contra una enfermedad, una discapacidad o un dolor crónico.
Las trabajadoras del sexo a menudo pueden confeccionar sus propios horarios y obtener sus ingresos en breves periodos de actividad, lo que convierte al trabajo sexual en una opción especialmente viable para las personas con discapacidad y otras que necesitan flexibilidad para vivir (Simon 2015, White et al. 2017).
En Estados Unidos, las redes de seguridad social están fallando, las tasas de personas que viven sin seguro médico son asombrosas y las prestaciones por discapacidad son inadecuadas o se deniegan con frecuencia. Por lo tanto, «el trabajo sexual puede ser una forma de que las personas con discapacidades hagan frente a las realidades financieras de un sistema imperfecto» (Johnson 2018).
Las investigaciones dirigidas por trabajadoras sexuales y los conocimientos generados por la comunidad afirman estas observaciones, reflejando que las personas con discapacidad están sobrerrepresentadas en el trabajo sexual (Moon 2018; White et al. 2017). En un informe sobre salud comunitaria de Transequality de 2015, «las personas encuestadas trans que ejercían el trabajo sexual tenían más probabilidades de tener una discapacidad física o mental (40,2 % frente al 28,3 % de los que no ejercían el trabajo sexual)» (Fitzgerald et al. 2015:6). Y aunque estos datos hablan por sí solos, dada la dificultad de diagnosticar enfermedades invisibles y discapacidades mentales —cognitivas— (Åsbring 2002), la tendencia de las pacientes a buscar medicina alternativa para sus problemas de dolor crónico (Haetzman et al. 2003). Los obstáculos racistas y de género para recibir diagnósticos, el escaso acceso a la atención sanitaria (Rao 2020) y las formas en que la criminalización impide la accesibilidad de las trabajadoras del sexo con discapacidades para acceder de forma segura a los sistemas de atención sanitaria (Persist 2014) hacen que, probablemente, estas cifras estén enormemente infradeclaradas (Chapman, Kaatz y Carnes 2013).
Muchas de las coautoras de este documento tienen discapacidad, son trabajadoras o ex trabajadoras sexuales y están activas en movimientos de Justicia Social que defienden los derechos de las trabajadoras sexuales con discapacidades.
Muchas de nosotras tenemos experiencias navegando por los medios sociales como trabajadoras del sexo con discapacidad y tenemos una comprensión única de la inaccesibilidad que conlleva el aumento de la censura. Nuestras autoras también tienen experiencias personales al verse desconectadas de la comunidad, excluidas de la publicidad y de las tecnologías financieras, y bloqueadas para compartir información y materiales de reducción de daños con sus iguales en las redes sociales. Como creemos que las trabajadoras sexuales son las expertas de sus propias experiencias, cuando procede, introducimos las experiencias personales de las coautoras en la conversación. En este documento, investigamos cómo los términos de servicio (TOS) de 6 plataformas, que son putofóbicos, y las tecnologías de vigilancia se entrecruzan con las herramientas de accesibilidad capacitistas para impedir el acceso de las trabajadoras sexuales con discapacidades a los ingresos, la comunidad y los recursos.
Comenzamos rastreando los estigmas distintos y entrecruzados de la putofobia y el capacitismo, así como sus intersecciones con la raza, el género y la clase, para subrayar cómo se problematizan tanto las sexualidades de las personas con discapacidades como las de las trabajadoras sexuales cuando son visibles en los espacios públicos virtuales.
A continuación, exploramos cómo la vigilancia putofóbica de las plataformas se cruza con el diseño capacitista y universalista de las herramientas de accesibilidad de los medios sociales. Los cambios actuales en la información, la tecnología y el control organizativo de trabajadores son tridimensionales y reflejan tendencias más amplias y crecientes en torno a la vigilancia. (Levy 2015). Los estudios existentes conectan las historias raciales y las políticas de vigilancia con las tecnologías de vigilancia contemporáneas, detallando cómo la vigilancia siempre ha sido un proyecto racializado para sondear la negritud y las comunidades negras a través de la «mirada blanca» (Browne 2015).
La acumulación corporativa de datos personales es un «mecanismo primordial de manipulación y control social en la era de la información» (Cinnamon 2017:610). Esto se ve subrayado por la vigilancia constante, la falta de privacidad y los «rastros de datos», en los que la vigilancia estatal, las tecnologías de vigilancia financiadas por las empresas y los medios de comunicación contribuyen conjuntamente a que la vigilancia en sí misma sea una cuestión feminista (Gill 2019).
Simone Browne presenta notablemente el concepto de «vigilancia racializadora» para articular los procesos de control social incrustados en las nuevas tecnologías de vigilancia que establecen límites y hacen cumplir fronteras siguiendo estrictas líneas raciales. El trabajo de Browne (2015) llama urgentemente la atención sobre cómo las personas racializadas y las comunidades marginadas son, de forma abrumadora, diana racial de las viejas y nuevas formas de vigilancia (Browne 2015).
La investigación en Ciencias Sociales indica que los medios sociales funcionan como un lugar tanto de opresión como de expresión para los estadounidenses negros (Miller, Marquez-Velarde, Williams y Keith 2021). Sitios como Twitter proporcionan un espacio virtual para que establezcan conexiones sociales y aireen quejas profundamente arraigadas en la Historia sobre el racismo y la discriminación contra las personas negras (ibid-).
Al mismo tiempo, las mujeres negras y latinas son objeto en los espacios online de un acoso racista y sexista repleto de discursos de odio y estereotipos raciales (Francisco y Felmlee 2021; Gray 2012).
Los casos de ciberacoso y agresiones online también son comunes para las personas usuarias con discapacidades. La Justicia Racial y la Justicia de la Discapacidad están estrechamente entrelazadas (Gray, 2020).
Estas experiencias no son ajenas al impacto desproporcionadamente negativo que la moderación de contenidos putofóbicos y la vigilancia punitiva de las plataformas tienen sobre las trabajadoras sexuales racializadas; en particular, sobre las trabajadoras sexuales negras (Cunt 2021). Las políticas online contra la trata de personas y las herramientas de accesibilidad a los medios sociales pretenden ayudar a las comunidades marginadas. Sin embargo, al excluir a esas comunidades de la creación del diseño y al aplicar soluciones de diseño universal (Costanza-Chock 2020),7 introducen barreras adicionales, específicamente para quienes tienen identidades marginadas que se entrecruzan.
A medida que las intervenciones contra la trata mediadas por la tecnología se integran cada vez más en la vida cotidiana de las trabajadoras del sexo, «no solo corren el riesgo de perpetuar los daños contra las personas a las que pretenden ayudar», sino que también «contribuyen aún más a intervenciones que hacen que las víctimas de trabajos forzados y las trabajadoras sexuales voluntarias sean igualmente vulnerables a una mayor vigilancia policial y a la supervisión carcelaria» (Musto y boyd 2014:464-465).
Al basarse en los datos empíricos de Hacking//Hustling, procedentes de informes comunitarios sobre los impactos de la FOSTA-SESTA (8), la tercera parte de este artículo proporciona pruebas empíricas de estas afirmaciones, destacando las experiencias específicas de las trabajadoras sexuales con discapacidades que navegan por los espacios online, así como demostrando lo que está en juego políticamente en el diseño putofóbico y capacitista.
Este artículo aborda las lagunas existentes en la erudición sobre la intersección de la discapacidad, el trabajo sexual y la tecnología y ofrece un análisis interseccional de la vigilancia de las plataformas putofóbicas y el diseño capacitista.
El capitalismo de la vigilancia plantea amenazas constantes a la Justicia Social y a la acción colectiva (Cinnamon 2017; Zuboff 2019). Cuando se censura a las trabajadoras sexuales y se niega a las personas con discapacidades el acceso a las plataformas de los medios sociales, resulta más difícil crear comunidad, compartir recursos y organizarse en favor de la Justicia.
Dada la importancia de los espacios virtuales para la organización política y comunitaria, tanto para las comunidades de personas con discapacidad como para las trabajadoras sexuales, sostenemos que la moderación punitiva de contenidos afecta a las profesionales sexuales con discapacidades a nivel personal y obstaculiza la acción colectiva y la movilización por sus derechos.
Como parte de este análisis, afirmamos que la FOSTA/SESTA debe entenderse como un problema de diseño, además de una cuestión política, que es fundamentalmente defectuosa y está arraigada en la supremacía blanca, la putofobia y el diseño de plataformas punitivas de la era del capitalismo de vigilancia. Argumentamos que la justicia para las trabajadoras sexuales, la Justicia de la Discapacidad y la Justicia de Diseño están profundamente unidas entre sí, y las tres deben trabajar juntas hacia la liberación colectiva.
Trabajo sexual, discapacidad e Internet
Para las trabajadoras sexuales con discapacidades, Internet puede ser una fuente principal de ingresos, así como un lugar para la creación de comunidades, organización y otras labores de movimiento, especialmente durante la pandemia de COVID-19. Desde el inicio de la pandemia, muchas trabajadoras inmunodeprimidas perdieron el acceso a recursos o espacios de trabajo necesarios, trasladando su trabajo sexual a Internet.
El trabajo sexual online permite a las trabajadoras sexuales minimizar el contacto en persona y la posibilidad de establecer flujos de ingresos pasivos que pueden salvarles la vida durante los brotes crónicos de salud o las estancias prolongadas en el hospital.
Aunque el trabajo sexual virtual conlleva riesgos como la vigilancia, el acoso y el doxxing —difundir información personal—, a menudo puede minimizar ciertos riesgos que derivan de compartir el espacio físico con un cliente, así como de llevar a cabo un trabajo sexual más vigilado.
Los medios sociales también han permitido a las trabajadoras sexuales acceder a recursos comunitarios muy necesarios. Durante la pandemia, muchas trabajadoras del sexo se enfrentaron a una pérdida total de ingresos, agravada por la exclusión de la ayuda gubernamental. En respuesta, recurrieron ampliamente a los esfuerzos de ayuda mutua coordinados por pequeños grupos de base en todo el país (Callander et al. 2022; Herrera 2020; Lam 2020).
Mientras que antes muchos de estos grupos organizaban reuniones en persona y realizaban actividades de divulgación sobre el terreno, su acceso a la comunidad depende ahora en mayor medida de las herramientas de los medios sociales. A través de los medios sociales, los grupos de base de trabajadoras sexuales difunden guías sobre prácticas laborales más seguras, estrategias para evitar la discriminación y la censura digitales y enlaces a iniciativas de ayuda mutua, todas ellas herramientas esenciales para la supervivencia de las trabajadoras (Callander et al. 2020). Al mismo tiempo que las plataformas de los medios sociales han facilitado oportunidades a las trabajadoras sexuales con discapacidades, también las han atacado a través de la exclusión y el borrado digital. Al comienzo de la pandemia, años de cabildeo contra la trata de personas habían transformado radicalmente Internet, convirtiéndolo en un lugar hostil, precario y peligroso no solo para quienes se dedican al trabajo sexual (9), sino para cualquiera que lleve a cabo trabajos en torno a este (Musto et. Al 2021).
Las mencionadas guías de reducción de daños son enterradas por los algoritmos de las redes sociales o borradas de las plataformas. Utilizar un lenguaje específico sobre el trabajo sexual pone las cuentas de los medios sociales en riesgo de shadowbanning —bloqueo de contenido— (10) o, incluso, de borrado. (11) Enviar demasiados pagos virtuales a las trabajadoras sexuales, se puede provocar que las cuentas de los procesadores de pagos de los organizadores de ayuda mutua sean marcadas e incluso suspendidas temporalmente (Voynovskaya 2020). El vínculo vital que los medios sociales proporcionan a una trabajadora sexual con su comunidad, especialmente a una trabajadora con discapacidad, podría desaparecer de la noche a la mañana si su cuenta se cierra.
La política de Internet y un diseño de Experiencia de Usuario (UX) putofóbicos también han repercutido, directamente, en la capacidad de las trabajadoras sexuales para obtener ingresos. En las dos últimas décadas, los esfuerzos de los grupos de presión contra la trata han cerrado varias de las principales plataformas online de trabajadoras sexuales por anunciar y vender contenidos sexuales (Musto 2016; Musto y boyd 2014; Thakor y boyd 2013, Reynolds 2020).
Esto ha empujado a las personas que trabajan con el sexo a anunciar sus servicios a través de canales alternativos, indirectos y más laboriosos, incluidos los medios sociales (Blunt y Wolf 2019; Musto et al. 2021). Construir una presencia en las redes sociales no solo requiere más trabajo, sino que perder la cuenta significa perder de la noche a la mañana el acceso a su principal, o incluso única, fuente de ingresos (Blunt y Wolf 2019, Hamilton 2022, Rand 2019).
Esto puede ser devastador para las trabajadoras sexuales con discapacidades que no pueden trasladar su trabajo en persona a Internet, y para las que no pueden permitirse el tiempo necesario para reconstruir su número de seguidores. Mientras escribíamos esto, una de nuestras autoras, trabajadora sexual con discapacidad e inmunodeprimida, que cambió todo su negocio a Internet durante la pandemia, perdió todos sus seguidores en OnlyFans en cuestión de meses, cuando anunciaron que dejaban de procesar pagos por contenido para adultos y Visa/Mastercard desmonetizó el sitio, manteniendo solo la capacidad de procesar pagos para un negocio de trabajo no sexual (probablemente debido a la identidad de la autora como trabajadora sexual) en su cuenta de Instagram. 12
Todas estas formas de castigo de la plataforma le obligaron a empezar, de nuevo, a aceptar clientes en persona, ya que muchas de sus fuentes de ingresos se vieron interrumpidas, si no acabadas por completo.
Para las trabajadoras inmunodeprimidas, esta es una decisión complicada que tomamos en el capitalismo para equilibrar el riesgo de una posible exposición al COVID-19 y la inseguridad financiera. El COVID-19 también crea la amenaza de la discapacidad; cuando cualquiera puede adquirir una discapacidad en cualquier momento, el impacto de ser deplorado, desmonetizado o experimentar una menor visibilidad se exacerba. La amenaza de la discapacidad en el marco del COVID se agrava en el caso de las personas que venden o intercambian sexo. Aunque la mayoría de ellas se han beneficiado de herramientas de accesibilidad, como Zoom o la telesalud, el acceso de las trabajadoras sexuales a plataformas y espacios en línea es muy precario (Blunt, Coombes, Wolf, Mullin 2020).
Por ejemplo, muchas redes de apoyo comunitario en online usadas y desarrolladas, por primera vez, por personas con discapacidades, queer, trans, racializadas, inmigrantes, refugiadas y solicitantes de asilo, se vieron interrumpidas durante la COVID por el aumento de los ataques a trabajadoras sexuales asiáticas y las redadas en salones de masajes (Lam 2020).
Aunque la intersección entre la marginalidad de la discapacidad y el trabajo sexual agrava el impacto de las políticas de Internet putofóbicas, en este documento nos centramos en cómo la vigilancia putofóbica de las plataformas se cruza con el diseño de accesibilidad capacitista.
No se trata solo de que las trabajadoras del sexo con discapacidad estén doblemente excluidas o doblemente discriminadas. Es también que las intersecciones específicas —a veces, contradictorias y otras complementarias— de sus marginaciones se manifiestan como un conjunto único de problemas.
Existen profundos vínculos entre la putofobia y el capacitismo, tanto en la forma en que las comunidades son vistas como desechables, incapaces de tomar sus propias decisiones y necesitadas de ser salvadas o curadas. Tanto las comunidades de personas con discapacidades como las de trabajadoras sexuales están excluidas del diseño de las soluciones supuestamente destinadas a ayudarles, lo que a menudo conduce a su exclusión de las mismas herramientas que pretenden protegerles.
Esta exclusión se cruza con estigmas profundamente arraigados que invisten la visibilidad de las trabajadoras sexuales y las personas con discapacidad de intereses morales y políticos (Musto et. al 2021; Shakespeare y Richardson 2018; Santos y Santos 2018; Valens 2020). Comprender este fenómeno no solo aportará una lente más crítica del diseño y la accesibilidad, sino que también revelará los puntos en los que los derechos de las trabajadoras sexuales, los derechos de las personas con discapacidad, los llamamientos a la justicia social y la liberación colectiva pueden, deben y necesitan cruzarse.
Sexualización estigmatizada e hipervisibilidad
En esta sección, consideramos la hipersexualización y la desexualización —o hiposexualización— de las trabajadoras sexuales, y cómo las reivindicaciones de «ciudadanía íntima» (13) dentro de los movimientos por los derechos de las personas con discapacidad y por la Justicia de la Discapacidad están ligadas a los mismos problemas a los que se enfrentan las trabajadoras sexuales.
La sexualidad y la discapacidad suelen enmarcarse como inconmensurables, dejando de lado la sexualidad de las personas con discapacidades, incluso en los estudios sobre discapacidad (Martino y Campbell 2019; Sanders 2007). (14) Por lo general, se asume que las personas con discapacidades son asexuadas, y las representaciones visibles de su sexualidad se pasan por alto o se patologizan (Gill 2015). La percepción de las personas con discapacidades como asexuales crea barreras para recibir una educación y una atención integrales en materia de salud sexual (Blewett 2019; Rohleder, Braathen y Carew 2018) y complica las ya de por sí desafiantes exploraciones de la expresión sexual queer y no normativa (Campbell 2017).
Por fin, el mundo académico de la discapacidad está intentando poner en primer plano la sexualidad y las cuestiones sexuales de las personas con discapacidades (Callen 2020). Y más allá del mundo académico, los organizadores de los derechos de las personas con discapacidad también desafían la aparente inconmensurabilidad de la discapacidad y la sexualidad, haciendo poderosas reivindicaciones de los derechos sociosexuales (Martino y Campbell 2019).
El trabajo sexual se ha convertido en un lugar clave para hacer estas reivindicaciones. Muchos clientes del trabajo sexual tienen discapacidad. Los servicios sexuales se promocionan, regularmente, de forma explícita entre los hombres con discapacidad (Sanders 2007). Los estudios y el activismo se basan en este fenómeno para cuestionar la presunta asexualidad de las personas con discapacidad, defender la importancia del placer sexual en la calidad de vida (Garofalo Geymonaut 2019) y revelar los paralelismos entre las leyes que criminalizan a quienes ejercen el trabajo sexual y las políticas que promulgan la violencia contra los cuerpos discapacitados (Fritsch, Heynen, Ross y van der Meulen 2016) a través de la lente del cliente.
Aunque estas investigaciones han sido útiles, los estudios sobre las trabajadoras sexuales con discapacidades han sido mínimos. Los estudios sobre la discapacidad se han centrado casi, exclusivamente, en las experiencias de los clientes con discapacidades y no en las de las trabajadoras sexuales con discapacidades, (15) lo que deja un vacío crítico en esta literatura e invisibiliza la labor de las trabajadoras sexuales.
Las trabajadoras sexuales con discapacidades navegan por complejas configuraciones de discapacidad y sexualidad, no en lo que respecta a sus clientes, sino a sus propios cuerpos y medios de vida. ¿Cómo navegan las trabajadoras sexuales con discapacidad por la presunta imposibilidad de ser a la vez sexual y discapacitada? Mientras que una trabajadora sexual con discapacidad puede ser desexualizada —o hiposexualizada— a causa de su discapacidad, simultáneamente es hipersexualizada como trabajadora sexual.
La sexualidad de la trabajadora sexual es tan destacada que existen en nuestro imaginario colectivo, simbólicamente, como la manifestación de la hipersexualización y la sexualidad fuera de lugar. El símbolo de «la prostituta» está tan cargado y sobredeterminado que suplanta las experiencias de las trabajadoras sexuales reales (Bell 1994; Mac y Smith 2018). (16) Dentro de esta figuración moralmente investida, la prostituta es o una desviada sexual o una víctima sexual; o hipersexual o el objeto de la hipersexualidad del otro. Esta intensa inversión en la sexualidad de la prostituta ha engendrado ansiedades en torno a la visibilidad de la desviación hipersexual de las trabajadoras del sexo en los espacios públicos, incluso online (Bernstein 2010; Musto et al. 2021).
Esto lleva a Musto et al. (2021) a afirmar que, para el lobby que lucha contra la trata, el problema del trabajo sexual online no son realmente los riesgos que plantea para las trabajadoras exualess, sino la visibilidad más amplia de la desviación hipersexual de las trabajadoras sexuales en la esfera pública virtual (Musto et al. 2021).
Por lo tanto, la trabajadora sexual con discapacidad se encuentra en un doble aprieto entre la desexualización y la hipersexualización, atrapada imposiblemente entre dos polos del mismo eje de estigmatización. Tanto la sexualidad de la persona discapacitada como la de la trabajadora sexual divergen de ‘la norma’. Esta desviación ha justificado históricamente las intrusiones institucionales y sociales en sus vidas sexuales, íntimas y privadas (Ignagni et al. 2016).
Tanto las personas con discapacidades como las trabajadoras sexuales han sido históricamente objeto de intervenciones médicas forzosas, escrutinio institucional y vigilancia generalizada (Mac y Smith 2018; Martino y Campbell 2019; Stern 2018). No debería sorprender que las personas con discapacidad, las trabajadoras sexuales y las personas racializadas, que han soportado historias de esterilización forzada, experimentación y persecución eugenésica, sean también las que se enfrentan a una vigilancia excesiva en las plataformas digitales. No sería de extrañar que las continuas investigaciones demuestren los efectos combinados de la raza, la discapacidad y la condición de trabajadora sexual en la vigilancia punitiva de las plataformas.
Las consecuencias son considerables. No se trata únicamente de que las trabajadoras sexuales con discapacidades pierdan sus ingresos, sino también su conexión con la comunidad disca, los recursos de reducción de daños, las experiencias compartidas y la visibilidad. Esto se ve exacerbado por los legados históricos de vigilancia, silenciamiento y borrado por motivos raciales (Browne 2015).
En este sentido, consideramos que la conceptualización de Ignagni (2016) de «ciudadanía íntima» es relevante para la forma en que las personas con discapacidad, las trabajadoras sexuales, las personas negras y otras personas racializadas han luchado durante mucho tiempo por el derecho a participar en la intimidad; un derecho que se les ha negado históricamente (Ignagni et al. 2016).
Normalización de la exclusión de las trabajadoras sexuales
Como se ha expuesto anteriormente, la hipersexualización y la desexualización de las trabajadoras sexuales y las personas con discapacidad son producto de su presunta desviación de una norma. Esta norma suele mostrarse como blanca, sin discapacidad y de clase media o alta, lo que da lugar a la estigmatización y fetichización de quienes no se ajustan a esos parámetros. De este modo, cuando los entornos construidos y las tecnologías de diseño se construyen normativamente, las personas con discapacidad y las trabajadoras sexuales de clase trabajadora, con bajos ingresos o pobres, se encuentran en los márgenes (Simon 2020).
Los Estudios de la Discapacidad llevan mucho tiempo criticando cómo el entorno construido (tanto físico como virtual) es un «monumento» para las personas sin discapacidad (Tremain 2005). El diseño universalista presupone un usuario cuya mente y cuerpo funcionan según supuestos normativos y capacitistas. Como tal, este enfoque del diseño produce problemas de acceso para todos los que no se ajustan a ese ideal (Ignagni et al. 2016; Shew 2020).
Los principios y las prácticas del diseño universalista borran a determinados grupos de personas, en concreto a los que se encuentran en desventaja interseccional o con múltiples cargas bajo el capitalismo, la supremacía blanca, el heteropatriarcado y el colonialismo (Costanza-Chock 2018).
Cuando se tiene en cuenta a los que se desvían de la norma, suele ser una idea tardía. Las tecnologías de asistencia son tan buenas como sus diseñadores y, la mayoría de las veces, se diseñan desde la óptica de las personas sin discapacidad (Benjamin 2019; Costanza-Chock 2018, 2020; Klein, Kresowik y McCoy 2005).
En esta sección, nos basamos en la crítica de los Estudios de la Discapacidad al diseño normativo y capacitista para demostrar los límites de las herramientas de accesibilidad de las redes sociales y de las políticas contra la trata de personas online, centrándonos específicamente en la FOSTA-SESTA. Al excluir a las comunidades marginadas de su diseño y aplicar soluciones universalizadoras al trabajo sexual online, la FOSTA/SESTA introduce barreras adicionales, específicamente para aquellas personas con posiciones marginales cruzadas.
Mientras que las plataformas de medios sociales han estado vigilando a las trabajadoras sexuales desde su creación, la FOSTA-SESTA ha aumentado la responsabilidad de las plataformas, incentivando una mayor vigilancia. Tras décadas en las que quienes defendían la lucha contra la trata de personas avivaron el pánico moral ante el trabajo sexual en Internet (Bernstein 2019, Musto et al. 2021), en 2018 se introdujo la legislación contra la trata FOSTA-SESTA. El supuesto objetivo de FOSTA-SESTA era reducir la trata de seres humanos en Internet. Al modificar la Communications Decency Act’s (CDA) Section 230 [Sección 230 de la Ley de Decencia en las Comunicaciones], la FOSTA-SESTA elimina la inmunidad de las plataformas de Internet ante las actividades delictivas de sus usuarios relacionadas con el sexo comercial, consentido o no. (17)
Al fusionar todo el trabajo sexual con el tráfico sexual, la FOSTA-SESTA ignora la gran diversidad de experiencias, antecedentes y realidades de quienes se dedican al trabajo sexual; operando bajo los supuestos de que a) todo trabajo en el comercio sexual es explotador y b) cualquier baja que puedan sufrir las trabajadoras sexuales o quienes se perfilan como trabajadoras sexuales es un sacrificio digno para proteger a las víctimas del tráfico humano. Estas bajas no solo han sido inmensas (Albert et al. 2020; Blunt y Wolf 2020), 18, sino que no hay pruebas de que el enfoque único de la FOSTA-SESTA haya disminuido en absoluto las tasas de trata de seres humanos (Albert 2021; Musto et al. 2021).
Justicia del Diseño
Aunque FOSTA-SESTA ha transformado la infraestructura y el acceso de todos los principales espacios de reunión digital, no solo aquellos específicos del trabajo sexual, no suele considerarse un problema de diseño. Esto es, en gran parte, una victoria del discurso fuertemente moralizador del movimiento contra la trata, que ha enmarcado a FOSTA-SESTA como indiscutiblemente esencial para la causa de la lucha contra la trata sexual. Sin embargo, el mandato de FOSTA-SESTA exige una solución de diseño: las plataformas online ahora deben impedir, de forma preventiva, que los usuarios que podrían estar involucrados en el comercio o intercambio de servicios o productos sexuales participen en lo que podría ser trabajo sexual con carácter comercial.
Con poca orientación y sin precedentes legales, las plataformas han establecido sus propias rúbricas algorítmicas y TOS para determinar quién se califica como alguien en riesgo de participar en el comercio sexual, pecando de exceso de cumplimiento. Las plataformas no solo marcan y censuran las menciones explícitas al sexo comercial o prohíben a los usuarios que participan en contenidos sobre este; también elaboran perfiles de las personas usuarias online de forma similar a cómo se vigila el trabajo sexual en las calles mediante tácticas racistas y transfóbas intentando predecir quién es más probable que participe en él.
Estudios recientes sobre la participación en el trabajo sexual (comercio sexual) muestran que las personas negras, multirraciales y otras personas racializadas están superrepresentadas en comparación con las personas blancas (Transequality 2015). La investigación también muestra que las personas queer y trans tienen más probabilidades de ser perfiladas como trabajadoras sexuales en la calle y se enfrentan a altas tasas de interacción policial a través de políticas que criminalizan los cuerpos trans, como el proyecto de ley contra la vagancia «Caminar siendo trans», recientemente derogado en Nueva York (Lennard 2021). El uso de preservativos como prueba en casos de prostitución (Wurth 2013) y los cargos por merodeo en los que la policía «cita cosas como ‘llevar falda’ y ‘estar de pie en algún lugar que no sea una parada de autobús o de taxi’ como justificación para la detención.» (Luo 2020, Cortez 2017).
Por lo que es probable que las personas queer, trans y otras personas con discapacidades racializadas que no ejerzan trabajo sexual, pero que son perfiladas como trabajadoras sexuales en la calle, también sean censuradas, vigiladas y deploradas online. 19 Los principales mecanismos de vigilancia de las plataformas en los que se centra este documento son la censura, la prohibición en la sombra y la vigilancia. En la mayoría de las principales plataformas de medios sociales, el uso de términos como trabajadora sexual u OnlyFans parece activar protocolos de moderación de contenidos, poniendo en peligro la cuenta de la usuaria.
Para las personas con discapacidad cuyo acceso a los recursos sexuales y a la comunidad ya está limitado dada su desexualización, esta censura de contenidos sexuales o relacionados con el trabajo sexual, la reducción de daños, la política y las artes viola las reivindicaciones de ciudadanía íntima. Además, sofoca la expresión de las trabajadoras sexuales y organizadoras del trabajo sexual, creando un efecto amedrentador (20) en el que se autocensuran por miedo a las represalias de la plataforma, al castigo o a la criminalización (Blunt, Coombes, Mullin y Wolf 2019).
Las trabajadoras sexuales han respondido a este tipo de censura en parte desarrollando una taquigrafía críptica: en lugar de escribir «trabajadora sexual», las trabajadoras utilizan un código como «trabajadora s3ggs». Aunque hacer esto puede protegerlas de la eliminación de cuentas o de las prohibiciones en la sombra, hace que ese contenido sea inaccesible para las personas con discapacidad que dependen de lectores de pantalla.
Para comprender las implicaciones de la censura putofóbica para las personas con discapacidades visuales y auditivas, nos centraremos en el diseño capacitista de las plataformas de los medios sociales. Los medios sociales son un «escenario interactivo» muy visual, y cada vez más auditivo, en el que muchas personas con discapacidades sensoriales utilizan tecnologías de apoyo para acceder al espacio (Abraham et al. 2021). Aunque las plataformas han introducido descripciones de imagen y audio para que sus contenidos sean accesibles a personas con discapacidades visuales y auditivas, sus esfuerzos a menudo se quedan cortos. Estas funcionalidades de asistencia suelen exigir que todas las personas usuarias de los medios sociales —incluso quienes no dependen de las descripciones de imagen o audio— las empleen sistemáticamente, lo que hace recaer la carga de la accesibilidad en ellas, en lugar de integrar la accesibilidad en el diseño de la plataforma (Gleason et al. 2019). En consecuencia, el acceso a los medios sociales suele ser precario, incoherente y poco fiable para personas usuarias que dependen de estas descripciones de imagen y audio.
Al basarse en principios de diseño universalistas que no tienen en cuenta las especificidades de las experiencias vividas por la diversidad de usuarias, estas plataformas no han tenido en cuenta tanto el trabajo adicional y no compensado que se exige a creadoras de contenidos como la consiguiente disponibilidad precaria de descripciones de imagen y audio para consumidores de contenidos (Costanza-Chock 2020). 21
Aunque se necesita más investigación para estudiar este efecto concreto de la censura, sabemos por organizadores de base que sí utilizan lectores de pantalla que los contenidos relacionados con el trabajo sexual suelen ser difíciles de analizar. Cuando las trabajadoras sexuales emplean taquigrafía codificada, su forma hablada puede resultar ininteligible. Además, es menos probable que las trabajadoras usen con precisión las funciones de texto alternativo («alt-text») para las descripciones de imágenes que corren el riesgo de desencadenar un shadowban —bloqueo o limitación de contenido—. Por lo tanto, las personas que confían en las descripciones visuales se pierden este contenido.
Mientras organizamos, compartimos materiales de reducción de daños, encuestas para recopilar la experiencia y los conocimientos de la comunidad, y dentro de nuestro propio trabajo sexual, muchas de nuestras autoras se han enfrentado al dilema de cómo compartir información que sea a la vez accesible y que no sea invisibilizada por la plataforma. Este es solo un ejemplo de lo que creemos que es un fenómeno más significativo: cuando los protocolos de vigilancia de contenidos se dirigen y censuran los contenidos que aparecen relacionados con el sexo o el trabajo sexual, esto no solo afecta a la comunidad y el activismo de las trabajadoras sexuales, sino que también repercute en las comunidades adyacentes e intersectoriales —como las personas queer, trans o con discapacidad que no ejercen trabajo sexual—.
La razón es que, a menudo, estas personas son perfiladas como trabajadoras sexuales debido a la sexualización y estigmatización de sus identidades, y en quienes se benefician de los recursos y la defensa de los trabajadores sexuales o invierten en ellos. Esto exacerba los algoritmos racistas y capacitistas existentes, infundidos por lo que Joy Buolamwini denomina «sesgo codificado», que se dirigen contra activistas y organizadoras comunitarias de todos los movimientos (Benjamin 2019; Buolamwini y Gebru 2018; Kantayya 2021; Noble 2018; Tufekci 2017; Zuboff 2019).
Mientras que la estigmatización tanto de las trabajadoras sexuales como de las personas con discapacidad permite el diseño algorítmico universalista, el beneficio lo motiva. A menudo, las plataformas no se responsabilizan de las funciones de accesibilidad porque las consideran superfluas, pero podemos rastrear sus motivos para maximizar los beneficios cuando sí añaden funciones de accesibilidad. Por ejemplo, aunque algunas plataformas han añadido «alt-text» a las imágenes, lo hacen para impulsar la optimización de los motores de búsqueda, no necesariamente para que la plataforma sea más accesible para los usuarios discapacitados (Noble 2018).
Este compromiso con el beneficio por encima de la accesibilidad hace que el acceso a Internet de personas con discapacidad visual y auditiva sea, en el mejor de los casos, precario (Gleason et al. 2019). Las plataformas de los medios sociales están construidas para las personas normadas (normativas) 22 (Thomson 1997). Del mismo modo, tanto las respuestas de diseño de la FOSTA-SESTA como las de las plataformas de medios sociales se elaboran sin contar con las trabajadoras sexuales. Ambas son soluciones normativas, de talla única, que consideran la diferencia y la desviación solo como ideas de último momento.
En consecuencia, las herramientas que pretenden «ayudar» a las víctimas del tráfico sexual o a las personas con discapacidad pueden introducir nuevas barreras para acceder a las esferas públicas virtuales, reforzando la blanquitud implícita, el capacitismo y la putofobia de esos espacios. Las trabajadoras sexuales llevan mucho tiempo abogando por respuestas colaborativas contra la trata dirigidas por trabajadoras del sexo y supervivientes de la trata; simultáneamente, las personas con discapacidad están luchando para que los entornos virtuales y físicos construidos incorporen sus necesidades desde el principio. Al diseñar desde los márgenes y centrar a las trabajadoras del sexo con discapacidades en los Estudios de la Discapacidad, sexualidad, así como tecnología y vigilancia, podemos iluminar aún más cómo el castigo de las plataformas a las conversaciones en torno a la sexualidad o el trabajo sexual conduce a entornos menos accesibles para las personas usuarias con discapacidades en general.
Métodos
Para seguir desarrollando un marco sobre cómo se entrecruzan la discapacidad, el trabajo sexual y el diseño UX (basado en la Experiencia de Usuario), recurrimos a nuestra investigación previa con el colectivo de base Hacking//Hustling, dirigido por trabajadoras sexuales, que realiza una investigación-acción participativa dirigida por trabajadoras sexuales. Nos basamos en los datos de dos estudios de Hacking//Hustling.
El primer estudio, Erased [Borrado] (Blunt y Wolf 2019), se basa en datos de encuestas (n=139) recogidas durante el verano de 2019 para examinar los impactos de la FOSTA-SESTA.
El segundo, Posting Into the Void [Publicar en el vacío] (Blunt, Coombes, Wolf, Mullin 2020), utiliza datos de encuestas originales (n=262) para investigar cómo la moderación de contenidos en las redes sociales afectó a las trabajadoras sexuales durante y después de los levantamientos nacionales del verano de 2020 contra la violencia policial sancionada por el Estado y el asesinato de personas negras en Estados Unidos. En este informe no pedimos datos demográficos relacionados con la discapacidad. Aun así, nos pareció importante compartir las experiencias de la mayor parte de la población de trabajadoras sexuales de nuestra encuesta, ya que muchas de nosotras tenemos discapacidades.
Al informar de estos resultados, indicamos si las citas proceden de trabajadoras sexuales con discapacidades o de trabajadoras sexuales de las que desconocemos si tiene discapacidad, escribiendo «Encuestada trabajadora sexual con discapacidad» o simplemente «Encuestada trabajadora sexual». Los datos de ambos informes se recopilaron principalmente online a través de encuestas diseñadas por investigadoras de Hacking//Hustling. Estas encuestas incluían preguntas cerradas y abiertas sobre los datos demográficos de las encuestadas, sus experiencias dentro del comercio sexual y su compromiso con las comunidades de trabajadoras sexuales y activistas.
Las encuestas también incluían preguntas diseñadas para conocer las definiciones de las personas participantes sobre términos pertinentes, como «shadowbanning» [«prohibición o baneo en la sombra». Estas encuestas se anunciaron principalmente a través de las páginas de medios sociales de Hacking//Hustling, las cuentas personales de medios sociales de miembros y personas aliadas, y a través de las cuentas de varias otras organizaciones relacionadas con los derechos de las trabajadoras sexuales.
Para Erased, también nos asociamos con miembros de Whose Corner is it Anyway (WCIIA), una organización de divulgación dirigida por la comunidad que atiende a profesionales sexuales de la calle y consumidoras de drogas intravenosas con sede en Massachusetts, para adaptar la encuesta y recoger respuestas a través de una reunión comunitaria que obtuvo 41 respuestas adicionales de trabajadoras sexuales, en su mayoría de la calle. De los 98 encuestadas en línea de Erased, 69 se identificaron como mujeres, 24 como trans, no binarios o de género fluido, 3 como hombres, 2 declinaron contestar y 78 se identificaron como miembros de la comunidad LGBTQ+. Además, 68 se identificaron como blancos, 25 como negros, indígenas, latinoamericanos o mestizos, y 5 no contestaron. La mayoría de los encuestados se encontraban en los Estados Unidos de América (76), con varios de Canadá (9), y los 13 restantes se encontraban en Europa, Sudamérica, Australia, o declinaron contestar. Por último, 84 encuestados vivían en viviendas privadas, 2 carecían de vivienda, 2 vivían en viviendas de apoyo y 10 experimentaban alguna otra forma de inseguridad en la vivienda.
Se preguntó a las personas participantes si habían recibido alguna vez un diagnóstico de salud mental: el 69,4 % (68) respondió afirmativamente. (23) Cuando se les preguntó si tenían alguna enfermedad crónica o discapacidad, el 50 % (49) respondió afirmativamente, revelando principalmente dolor crónico, TEPT, trastornos autoinmunes, depresión, ansiedad y artritis.
Aunque los estereotipos negativos han llevado a muchos a creer que el propio trabajo sexual es el culpable de estas discapacidades, las personas encuestadas informan que estas dolencias preceden y motivan su participación en el trabajo sexual, afirmando a menudo que el trabajo sexual es lo que les permite ganarse la vida mientras conviven con sus condiciones de salud mental y física. Además, el 60,4 % de los encuestados online de Erased afirman enfrentarse a barreras para acceder a otras formas de trabajo. La segunda serie de recogida de datos para Erased fue facilitada en persona por miembros de WCIIA. De los datos recogidos a través de WCIIA (n=41), 34 personas encuestas eran mujeres, 1 era trans y 6 se negaron a contestar; 12 se identificaron como LGBT, 7 como heterosexuales y 22 se negaron a contestar; 16 se identificaron como blancas, 9 como hispanas/latinoamericanas, 1 como negra, 1 como indígena, 1 como mestiza y 12 se negaron a contestar; 12 tenían vivienda privada, 9 vivían en viviendas públicas, 6 se negaron a contestar y los 16 restantes no tenían vivienda, vivían en el sistema de refugios o estaban experimentando alguna otra forma de inseguridad en la vivienda; 59. El 46 % (22) de las personas encuestadas de WCIIA eran mujeres. El 46 % (22) de las personas encuestados de WCIIA declararon tener discapacidades, de las cuales el 95 % (n=21) también declararon haber recibido un diagnóstico de salud mental. En Posting Into the Void (n=262), alrededor del 21 % (55) de las personas encuestadas se identificó como trabajadora sexual, el 32,4 % (85) se identificó como activista, organizadora o manifestante (AOP), el 38,9 % (102) se identificó tanto como trabajadora sexual como AOP, mientras que el 7,6 % (20) se identificó como «otro».
A lo largo de Posting Into the Void, combinamos los datos de las personas encuestadas que se identifican únicamente como trabajadoras sexuales con las que se identifican tanto como AOP como trabajadoras sexuales para comparar las experiencias de quien se identifican como trabajadoras sexuales con las de las que no.
Limitaciones
A pesar del crecimiento del número de estudios y subámbitos en los que las trabajadoras sexuales son participantes en la investigación, la investigación en torno al trabajo sexual por sí sola sigue siendo limitada. Después de décadas en las que el trabajo sexual se ha estudiado dentro de marcos carcelarios, solo estamos empezando a ver la aparición de una recopilación de datos cualitativa y una investigación participativa bien desarrollada en los estudios sobre el trabajo sexual (Wolf 2019). Dentro del ya limitado campo de los estudios sobre el trabajo sexual, la información sobre el trabajo sexual y la discapacidad es especialmente escasa. Incluso nuestros propios datos en este documento utilizan, actualmente, un enfoque más amplio para examinar fenómenos específicos, como la vigilancia, dentro de la industria del sexo.
Aunque disponemos expresamente de algunos datos preliminares sobre las trabajadoras sexuales con discapacidad, este artículo se limita en gran medida a inferir y extrapolar sus experiencias. Se necesita urgentemente más investigación centrada en las personas con discapacidad que ejercen trabajo sexual, diseñada junto a ellas. Además, al recopilar nuestros datos de forma online, a través de redes de activistas de trabajadoras sexuales, es posible que no hayamos llegado a quienes no se identifican necesariamente como trabajadoras del sexo, no emplean los medios sociales o no son accesibles a través de nuestros esfuerzos de creación de redes y divulgación. Se necesita más investigación que refleje la diversidad de género, raza, sexualidad y clase que se encuentra entre las personas más marginadas del comercio sexual.
Por último, nuestra investigación se financia principalmente con los ingresos del propio trabajo sexual de las personas coautoras, lo que presenta su propio conjunto de limitaciones.
Discusión
COVID, discapacidad y la reciente afluencia del trabajo sexual online
El análisis de los datos de la encuesta Posting Into the Void reveló que el 71,1 % de las personas encuestadas que han ejercido el trabajo sexual empezaron a hacerlo más online debido a la COVID-19. Esto sugiere que la reciente incorporación de personas al trabajo sexual online se ve intensificada por la dependencia de la era pandémica de las tecnologías digitales, haciéndose eco de las observaciones de otros investigadores y miembros de la comunidad (Hamilton 2022).
Según una de las principales conclusiones de Posting Into the Void, las trabajadoras sexuales que empezaron a realizar más trabajo sexual online debido a la COVID-19 son especialmente vulnerables a la vigilancia de las plataformas y tienen más probabilidades de que se les prohíba el acceso, se les suspenda o se les castigue de cualquier otra forma. Las trabajadoras sexuales que han empezado a realizar más trabajo sexual online debido a COVID-19 son más propensos a informar de que utilizan las redes sociales para el trabajo sexual (96,26 %) y a informar de que han sido bloqueadas o expulsados de una cuenta en las redes sociales (48 %). También declararon enfrentarse a tasas más elevadas de vigilancia punitiva de la plataforma, en todas sus formas, que otras personas encuestadas trabajadoras sexuales. Si el trabajo sexual online no era la principal fuente de ingresos del trabajo sexual de alguien antes de la pandemia, o si no están conectados con redes de apoyo de trabajadoras sexuales online, podrían encontrarse con serias curvas de aprendizaje en torno a la privacidad y la seguridad al hacer la transición online.
«En realidad, todavía no he tenido ninguna relación con los medios sociales como trabajadora sexual (era stripper antes de COVID, y muy desconectada), así que ahora que puedo pasar a estar online, estoy intentando averiguar cómo navegar por ellos de forma segura. Seguramente describiría mis sentimientos al respecto como totalmente asustada y fuera de mí».
— Trabajadora sexual
La curva de aprendizaje para las trabajadoras sexuales que se incorporan desde cero en el trabajo online puede ser muy cuesta arriba, ya que deben navegar por las preocupaciones de seguridad digital que conlleva un trabajo sexual muy visible y unas directrices de moderación de contenidos que no son públicas ni se aplican de manera uniforme. Deben aprender a mantener el nivel de higiene digital que exigen las principales plataformas de medios sociales y tecnologías financieras a través del ensayo y error, así como del conocimiento compartido de la comunidad, un conocimiento comunitario que se borra continuamente de Internet.
En su reciente análisis de un foro online para trabajadoras sexuales, se descubrió que las trabajadoras sexuales utilizan los foros públicos para compartir consejos de seguridad, hablar sobre experiencias laborales, salud mental, asesoramiento personal, financiero y jurídico, y mucho más (Barakat y Redmiles 2021). Pero después de la ley FOSTA-SESTA, con múltiples plataformas que ahora prohíben las conversaciones sobre el trabajo sexual, e incluso la educación sexual, cada vez es más difícil encontrar apoyo entre iguales y recursos de reducción de daños en línea (Blunt y Wolf, 2019, Albert 2021). Por otro lado, las trabajadoras sexuales que ya ejercían el trabajo sexual online antes de la pandemia pueden haber pasado meses, incluso años, construyendo sus habilidades virtuales, plataformas, redes y comunidad. Esto puede explicar algunos datos que muestran que las trabajadoras sexuales que empezaron a trabajar online durante la pandemia COVID-19 informan de tasas más altas de censura y prohibición en la sombra.
Risk, Resilience and Reward: Impacts of Shifting to Digital Sex Work (2022) [Riesgo, Resiliencia y Recompensa], de Vaughn Hamilton et al., incluye 34 entrevistas semiestructuradas con trabajadoras del sexo que se pasaron al trabajo sexual online durante la pandemia. Las participantes abarcan siete países (EE. UU., Reino Unido, Alemania, Suecia, España, Francia y Canadá), tienen una edad media de 29,3 años y todas se identifican como LGBTQIA; el 50 % (17) de las participantes tenían discapacidad, aunque pocas compartieron esto en relación con su perfil online de trabajo sexual (Hamilton et al. 2022:6).
Las participantes señalaron que contraer el COVID-19 era su principal riesgo físico, algo que intentaron evitar trabajando online. Las participantes con discapacidad dijeron:
«El trabajo online es un salvavidas cuando no puedes salir de casa, cuando tienes que protegerte a ti misma y a otras personas con las que convives».
«Soy inmunodeprimida, y mi compañera de piso también (ninguna de las dos estamos vacunadas), así que creo que [el trabajo sexual IRL —en la vida real, offline—] es demasiado arriesgado».
Dado que muchas trabajadoras sexuales se pasaron al trabajo online durante la pandemia para mitigar el riesgo de COVID-19, también experimentaron una disminución de la visibilidad de sus contenidos y del acceso a los espacios comunitarios virtuales. Esto ha aumentado los índices de violencia para las trabajadoras sexuales, dificultando su capacidad para ganar dinero, y ha abandonado a las trabajadoras con discapacidades en un ecosistema digital putofóbico sin estrategias digitales de reducción de daños ni capas de protección. Las plataformas de Internet se están volviendo más difíciles de navegar con seguridad para las personas que trabajan con sexo. Sin embargo, simultáneamente, las trabajadoras sexuales con discapacidades se ven obligadas a depender cada vez más de esos espacios digitales y del trabajo sexual online para sobrevivir. Incluso antes de la pandemia del COVID-19, el trabajo sexual online estaba ganando atención de forma exponencial y era utilizado por muchas personas con discapacidad como medio para ganar dinero mientras evitaban los lugares de trabajo presenciales (Blunt y Wolf 2020; Simon 2015), lo que puede crearles muchísimas barreras para la participación.
Al mismo tiempo, a las trabajadoras sexuales con discapacidad se les ha negado de forma desproporcionada el acceso a prestaciones públicas por discapacidad y a la asistencia sanitaria por muchas de las mismas barreras que persisten hoy en día, como la imposibilidad de usar el empleo en el trabajo sexual para optar a las ayudas relacionadas con la COVID (Clements 1996; Moon 2020). Teniendo en cuenta cómo las restricciones de la COVID-19 han contribuido al aumento del número de personas que ejercen el trabajo sexual online (Voynovskaya 2020), el número de personas que se inician en el trabajo sexual online para adaptarse a sus discapacidades también ha crecido durante la pandemia.
No todo el trabajo sexual en persona cesó durante la pandemia, pero muchas trabajadoras sexuales con discapacidades e inmunodeprimidas recurrieron a modelos de negocio online cuando pudieron. Aun así, las trabajadoras sexuales marginadas se enfrentan a numerosas barreras a la hora de adaptar sus modelos de negocio existentes a Internet, como el acceso a la tecnología y a los dispositivos digitales, así como el hecho de no contar con una base de consumidores online. Esto hace que la investigación y la defensa de la exclusión digital de las trabajadoras sexuales con discapacidades e inmunodeprimidas sea aún más urgente. Su dependencia del acceso a Internet y del trabajo sexual online seguirá creciendo. Quienes se enfrentan a castigos más severos en las plataformas y a barreras para acceder a los espacios online correrán un mayor riesgo de quedar al margen de los recursos que pueden salvarles la vida.
Discapacidad, Shadowbanning, intimidación y falta de accesibilidad en espacios online
La promulgación de la FOSTA-SESTA borró comunidades, aumentó los índices de violencia y exacerbó los problemas crónicos de salud de las trabajadoras sexuales con discapacidad (Blunt y Wolf 2019). En Erased, el 43,6 % (24) de las personas encuestadas que declararon tener una discapacidad o una condición de salud crónica también informaron de que FOSTA-SESTA exacerbó esos problemas. Además, las trabajadoras sexuales con discapacidad encuestadas informaron de que muchas de las herramientas que utilizan para mantenerse seguras han desaparecido o se han vuelto de más difícil acceso después de la FOSTA-SESTA, lo que afecta directamente a su capacidad para ganarse la vida y sobrevivir:
«El trabajo sexual me da libertad para tomarme los días de mala salud mental, y no temer las repercusiones sociales/laborales que conllevan… Si ahora me entra el pánico y tengo un día malo, simplemente me lo tomo y me cuido, en lugar de presionarme y hacer que la situación se agrave. Los trabajos normales nunca me permitieron esa flexibilidad».
— Trabajadora sexual online con discapacidad
«Ahora es más difícil trabajar».
Las trabajadoras sexuales con discapacidad informan de que muchas de las herramientas que utilizan para mantenerse seguras han desaparecido tras la [ley] FOSTA-SESTA y esto ha repercutido, directamente, en su capacidad para ganarse la vida y sobrevivir:
«Después de la FOSTA, mis técnicas de trabajo seguro consistirían básicamente en pasarme al trabajo sexual online. Aunque quiera, no me he reunido con un cliente en tiempo real desde abril de 2015, así que no me ha afectado mucho la FOSTA en ese sentido.»
«Vivo en una pobreza extrema y abyecta, y me siguen rechazando para Medicaid y [obtener una prestación por] la discapacidad. Realmente creo que voy a morir de hambre o por falta de atención médica a menos que el trabajo sexual se despenalice pronto.»
«Ahora me veo obligada a retirarme del trabajo sexual, no tengo hogar y me cuesta mucho conseguir trabajo después de la ley SESTA-FOSTA».
Muchas trabajadoras sexuales crean comunidad y comparten recursos online, lo que puede servir como herramientas de reducción de daños que reduzcan los índices de violencia en esas comunidades. Las trabajadoras sexuales con discapacidad encuestadas afirmaron haber notado una diferencia en su capacidad para acceder a la comunidad de trabajadoras sexuales en el año posterior a la aprobación de FOSTA-SESTA:
«Es mucho más difícil encontrar gente, las comunidades se siguen borrando». «Con la gente siendo shadowbanned —limitada— o borrada, muchas de las que seguía simplemente han DESAPARECIDO. ¿Recursos mecanografiados o infográficos? DESAPARECIDOS».
La FOSTA-SESTA también ha contribuido a que se dispare el número de trabajadoras sexuales que experimenta la autocensura online. Las personas encuestadas de Posting Into the Void (2020) que se identificaban tanto como trabajadoras sexuales online demostraron las mayores consecuencias negativas en nuestros datos, con un 82,5 % de trabajadoras sexuales online que informaron de que no publicaban ciertos contenidos estratégicamente para evitar ser expulsadas, bloqueadas o enfrentarse a acciones legales.
Cuando se les preguntó por otras formas en las que utilizan las tecnologías de Internet para apoyar su trabajo sexual, las encuestadas trabajadoras sexuales con discapacidad afirmaron:
«Todo mi negocio es online. Desde el marketing y los anuncios, hasta las promociones y las redes sociales, pasando por los correos electrónicos, los mensajes de texto, el uso de Google para examinar a los clientes potenciales y los sitios de reseñas para dar a conocer a proveedores honestos. Internet tiene un valor incalculable para mi negocio, es mi negocio».
«Cuando empecé con la FSSW (prostitución) si no hubiera sido por tumblr y otros sitios, no habría tenido ni idea de cómo filtrar y mantenerme a salvo».
Las trabajadoras sexuales con discapacidad declararon tener dificultades para anunciar sus servicios de trabajo sexual en Internet después de la FOSTA-SESTA y la eliminación de Backpage —cierre de webs de anuncios clasificados—. Las personas encuestadas trabajadoras sexuales con discapacidad declararon:
«Debido a mis enfermedades mentales, ahora me siento demasiado paranoica como para anunciarme mucho y ya no puedo pagar el alquiler ni las facturas».
«Los sitios web están constantemente bloqueando en la sombra a las trabajadoras sexuales (ocultando perfiles o mensajes para que no se vean) o directamente borrando perfiles que se descubre que “violan las políticas”, pero yo soy una trabajadora sexual por supervivencia, cuyo dinero se destina directamente a sobrevivir, así que realmente no puedo permitirme anunciarme en los sitios pro como Eros, etc. Así que con las webs de ‘libre uso’ atacando a las profesionales a diestro y siniestro —con respecto a lo que podemos y no podemos publicar—, hace que anunciarse sea terriblemente difícil».
La medida en que el discurso represor obliga a las trabajadoras sexuales a autocensurarse en Internet a menudo hace que su contenido online sea inaccesible para personas con discapacidad visual, así como para las personas que buscan información, investigación y comunidad relacionada con el trabajo sexual.
Por ejemplo, las trabajadoras sexuales tienen un historial de uso de la esteganografía —ocultar información dentro de otra información, de forma que solo el emisor y el receptor puedan acceder a ella— (24) para ocultar información susceptible de ser vigilada o utilizada en su contra. Para evitar el castigo de la plataforma, las trabajadoras sexuales se autocensuran, en parte, poniendo texto en las imágenes o escribiendo mal las palabras expresamente cuando comparten información con los clientes y la comunidad. Un ejemplo de ello es la abreviatura de ‘Sex Work(er)’ a ‘SW(er)’ en las redes sociales. Después de escribir ‘Sex Work’, muchos miembros de la comunidad señalan que se encuentran con que su publicación o cuenta ha sido bloqueada. Otro ejemplo es emplear ‘seggs’ y ‘s*x’ en lugar de la palabra sexo, o ‘wh0re’ y ‘wh*re’ en lugar de puta.
Las trabajadoras sexuales utilizan la esteganografía codificada —ocultar información dentro de otra información, de forma que solo el emisor y el receptor puedan acceder a ella— para adaptarse a las nuevas estrategias de moderación de contenidos, pero las plataformas también se adaptan, lo que significa que esas técnicas utilizadas para evitar ser detectadas a menudo solo funcionan durante un tiempo limitado.
Dentro de la comunidad se debate si estas formas de esteganografía reducen el impacto del shadowbanning (bloqueo en la sombra), o cuánto tiempo funciona una táctica específica de evasión de la moderación de contenidos antes de que el algoritmo se ponga al día. Sin embargo, en muchos casos, esta práctica de la esteganografía es una herramienta necesaria para compartir información y permanecer en la plataforma. Aun así, hace que la información sea más difícil de buscar e ilegible para los lectores de pantalla y las personas no familiarizadas con el lenguaje codificado. En consecuencia, los contenidos autocensurados o los recursos que publican las trabajadoras sexuales quedan inaccesibles. Esto significa que las trabajadoras sexuales con discapacidad visual quedan excluidas de la acción coordinada online, y que la información crítica o los recursos de reducción de daños podrían no ser buscables para ellas.
Las trabajadoras sexuales con discapacidades se topan constantemente con que se les impide participar plenamente en los espacios digitales que utilizan sus comunidades online. Con mayor frecuencia, no pueden usar textos alternativos precisos en las imágenes tras la ley FOSTA-SESTA por miedo al shadowbanning y a deplatforming (restringir el acceso a una plataforma digital).
Las trabajadoras sexuales siempre han sido las primeras en adoptar las nuevas tecnologías por necesidad para evitar la vigilancia policial, la criminalización y la invasión de los espacios físicos y digitales. Hasta hace poco, empleaban texto en las imágenes para evitar la moderación algorítmica del texto. Sin embargo, a fecha de presentación de este documento, ya no es una herramienta eficaz para evitar la detección algorítmica, y las trabajadoras sexuales están encontrando nuevas formas de adaptarse.
Una de nuestras autoras informa de que una captura de pantalla de OnlyFans fue eliminada de Instagram Stories y sugiere que no recortar la URL de la imagen probablemente desencadenó la eliminación. Las trabajadoras sexuales trabajan constantemente para evitar la categorización algorítmica de «puta». Del mismo modo, los algoritmos se adaptan para vigilar las tácticas que aprendemos y compartimos para aumentar nuestra probabilidad de permanecer en las plataformas.
En Posting into the Void, los datos cualitativos contienen varias narraciones que iluminan aún más la gravedad del discurso represor y la presión a la que se ven sometidas las trabajadoras sexuales para autocensurarse online. Muchas encuestadas compartieron que la autocensura se ha convertido en una expectativa normal cuando están «conectadas»:
«Me aterra que mi derecho inherente a la privacidad se vea constantemente frustrado y que los esfuerzos de organización también lo estén».
«Como trabajadora sexual, constantemente tengo que censurar mis publicaciones u optar por arriesgarme a un shadowban (bloqueo) por una publicación que quiero compartir. Mi relación podría describirse como ‘frustrante a más no poder’. Las redes sociales son necesarias como modelo de negocio, pero también como forma de conectar a esas otras trabajadoras sexuales y activistas. Hacer que las plataformas vigilen o supriman estratégicamente nuestras publicaciones es reducir a propósito nuestra visibilidad, nuestras necesidades de la sociedad y las llamadas a la acción.»
«En Instagram, tengo que tener mucho cuidado con el contenido que publico. Hay tantos hashtags prohibidos. Y tengo que tener cuidado de no mostrar demasiada piel. Tampoco puedo vincular directamente ninguno de mis contenidos NSFW a mi cuenta de Instagram. Intento usar Twitter para eso, pero no tengo suficientes seguidores allí como para depender solo de esa plataforma.»
«Twitter lo necesitas para estar al día y mantenerte en contacto y organizado. Pero al mismo tiempo es en gran medida el sistema contra el que luchas».
Incluso dentro de nuestro propio equipo de investigación, el discurso represor se presentó como un obstáculo para participar plenamente en los debates online sobre las trabajadoras sexuales y la vigilancia punitiva de las plataformas.
Al compartir los resultados de Erased y Posting into the Void en las redes sociales, en Hacking//Hustling tuvieron que tomar decisiones sobre cómo hablar del trabajo sexual, equilibrando los esfuerzos para evitar desencadenar un bloqueo, al tiempo que se aseguraban de que la información fuera accesible y se pudiera buscar para quienes la necesitaran.
Una de nuestras autoras fue bloqueada de su cuenta justo cuando nos preparábamos para publicar Posting into the Void y se encontró no solo con que su investigación y su trabajo comunitario se veían interrumpidos, sino también con que las redes de apoyo social resultaban repentinamente inaccesibles.
Otra coautora se enfrenta a un bloqueo tan radical que, cuando tecleamos su nombre de usuario en la barra de búsqueda de Twitter para etiquetarla en el último informe, nos mostró que no existía y, en su lugar, aparecía una cuenta de suplantador. El bloqueo en la sombra también afecta a nuestros esfuerzos de divulgación online cuando distribuimos encuestas comunitarias, a menudo a una red de trabajadoras sexuales bloqueadas en la sombra.
Como ya hemos comentado, las medidas enérgicas contra las trabajadoras sexuales que utilizan las redes sociales para publicar en solidaridad con los movimientos por la Justicia Social no son ajenas a sistemas más amplios de supremacía blanca. De hecho, los datos de Posting Into the Void muestran que las trabajadoras sexuales que compartieron tuits originales sobre Black Lives Matter desde una cuenta en la que también publicaban sobre trabajo sexual tenían muchas más probabilidades de sufrir algún tipo de vigilancia en la plataforma. Alrededor del 44 % de las que compartieron tuits originales sobre Black Lives Matter, desde una cuenta en la que también publicaban sobre trabajo sexual, informaron de cambios notables en la visibilidad de su presencia en las redes sociales después de mayo de 2020. Algunas explicaron cómo estas tendencias en la moderación de contenidos influyeron en que se centraran en contenidos relacionados con la Justicia Social:
«Más o menos he dejado de usar las redes sociales para promocionarme y he pasado a emplearlas para promocionar Black Lives Matter, el cierre de Centros de Internamiento de Extranjeros y otra información sobre Justicia Social y derechos humanos. En este punto, principalmente retuiteo cosas».
«Dije ‘a la mierda, nadie está viendo mi contenido de todos modos’ y empecé a publicar menos cosas específicas del trabajo sexual y más cosas políticas que me importan (como contenido relacionado con Black Lives Matter)».
Estos casos de castigo por parte de las plataformas son solo algunos ejemplos de cómo los sistemas de moderación de contenidos capacitistas, racistas y putofóbicos impiden que las trabajadoras sexuales, activistas, organizadoras y manifestantes (AOP) se expresen plenamente online, lo que conduce a un discurso represor, a la autocensura y a la exclusión digital.
Justicia del Trabajo Sexual, Justicia de la Discapacidad y Justicia del Diseño
Nuestros datos sugieren que las intersecciones del diseño capacitista y la moderación de contenidos putofóbicos impiden la organización de las trabajadoras sexuales y las personas con discapacidad. Aun así, se necesita más investigación.
Cuando las personas discapacitadas dependen de plataformas capacitistas para crear redes de apoyo, coordinar la acción política y trabajar, se agrava el impacto de las políticas de Internet como FOSTA-SESTA y EARN IT —propuesta de ley para prevenir y combatir la explotación sexual infantil en internet— (Valens 2020).
Históricamente, los movimientos por los derechos de las personas con discapacidad no se han comprometido plenamente con las luchas por los derechos de las trabajadoras sexuales. Cuando activistas de las trabajadoras sexuales se manifestaban contra la FOSTA-SESTA, por ejemplo, los representantes de las comunidades de la discapacidad y de la tecnología guardaron un gran silencio (Tastrom 2019). Ahora, sin embargo, los movimientos por los derechos de las personas con discapacidad ya no pueden permitirse pasar por alto los movimientos por los derechos sexuales, ni las formas en que la justicia para las personas con discapacidad se cruza con la justicia para las trabajadoras sexuales. Los derechos de las trabajadoras sexuales son una cuestión de justicia para la discapacidad, al igual que los derechos de las personas con discapacidad son una cuestión de justicia para las trabajadoras sexuales.
Si bien algunas investigaciones existentes en estudios sobre discapacidad señalan la importancia de la despenalización del trabajo sexual en las reclamaciones de derechos y recursos de las personas con discapacidad (Geymonat 2019), lo han hecho centrándose principalmente en los derechos de los clientes discapacitados. En respuesta, este artículo aclara que la construcción de coaliciones entre los movimientos por los derechos de las personas con discapacidad y los movimientos por los derechos de las personas que ejercen el trabajo sexual requiere centrar el activismo de las personas que ejercen el trabajo sexual con discapacidad dentro de luchas más amplias por la justicia y la liberación colectivas.
Aunque algunas investigaciones existentes en los Estudios de la Discapacidad señalan la importancia de la despenalización del trabajo sexual en la reivindicación de los derechos y recursos de las personas con discapacidad (Geymonat 2019), lo han hecho centrándose sobre todo en los derechos de los clientes con discapacidad. En respuesta, este documento aclara que la creación de coaliciones entre los movimientos por los derechos de las personas con discapacidad y los movimientos por los derechos de las trabajadoras sexuales requiere centrar el activismo de las trabajadoras sexuales con discapacidad dentro de luchas más amplias por la justicia y la liberación colectivas.
Esta creación de coaliciones, por supuesto, no puede terminar con los derechos de las personas con discapacidad y de las trabajadoras sexuales. Entre los movimientos contemporáneos contra la vigilancia y los movimientos por los derechos a la privacidad digital, los derechos de las trabajadoras sexuales y de las personas con discapacidad han estado en gran medida ausentes (Petrick 2015). Como hemos demostrado, las usuarias que ejercen el trabajo sexual con discapacidad se enfrentan a un acceso reducido a la tecnología y a un empeoramiento de la libertad de expresión en línea (Baumgartner, Rohrbach y Schönhagen 2021; Blunt, Coombes, Mullin y Wolf 2020).
Las coaliciones por los derechos de las personas con discapacidad y de las trabajadoras sexuales pueden reforzar su labor de movimiento colaborando con grupos de derechos digitales contra la vigilancia, y viceversa. Que esas relaciones puedan construirse de forma que no se hable por encima de las trabajadoras sexuales con discapacidades ni se les explote depende de la voluntad del activismo por los derechos de las personas con discapacidad y los derechos digitales de apoyar los esfuerzos liderados por las trabajadoras sexuales.
Dado que los esfuerzos por criminalizar a las poblaciones marginadas aprovechan cada vez más las pruebas digitales (no solo FOSTA-SESTA, sino también la reciente legislación antitrans y anti-autodeterminación), los movimientos por los derechos digitales que se resisten a la vigilancia harán bien en escuchar a las trabajadoras sexuales, a los activismos por los derechos de las personas con discapacidad y a otras comunidades con marginación agravada. Dichas coaliciones no deben establecerse por encima de las trabajadoras sexuales con discapacidad ni explotarlas, sino más bien centrar y apoyar sus esfuerzos, ideas y conocimientos sobre cómo organizarse bajo la criminalización.
Mientras que los derechos de privacidad y las demandas de libertad de expresión pueden unificar a muchos grupos anticensura, las reivindicaciones por los derechos de las personas con discapacidad y de las trabajadoras sexuales han quedado históricamente al margen de las conversaciones sobre las libertades digitales (Petrick 2015). Además, las investigaciones muestran que las personas con discapacidad usuarias de los medios digitales experimentan un miedo más intenso a la tecnología, al mismo tiempo que las trabajadoras sexuales se enfrentan a un discurso más duro y represor online.
Teniendo esto en cuenta, las coaliciones por ambos derechos pueden reforzar su labor de movimiento colaborando con los grupos de derechos digitales contra la vigilancia. Dado que los esfuerzos por criminalizar a las poblaciones marginadas aprovechan cada vez más las pruebas digitales (no solo FOSTA-SESTA, sino también la reciente legislación antitrans y anti-autodeterminación), los movimientos de derechos digitales que se resisten a la vigilancia harán bien en escuchar a los trabajadores del sexo, a los activistas de los derechos de las personas con discapacidad y a otras comunidades con marginación agravada. Dichas coaliciones no deben establecer por encima de las trabajadoras sexuales con discapacidad ni explotarlas, sino centrar sus esfuerzos, conocimientos y experiencia de organización en economías criminalizadas.
Las tecnologías de vigilancia se utilizan cada vez más para obstaculizar las protestas y desmovilizar los movimientos por la justicia racial, de género y económica (Heh 2021; Scott 2016; Tufekci 2017). Las tácticas de vigilancia policial encubiertas y manifiestas se dirigen de forma desproporcionada contra los activistas negros, las comunidades pobres, las luchas anticoloniales y quienes se resisten a dichas tecnologías de vigilancia (Choudry 2019; Data for Black Lives 2017; Eubanks 2014, 2018). Con esta intensificación de la «criminalización de la resistencia» (Choudry 2019), las luchas por la accesibilidad de las plataformas en Justicia del Diseño deben posicionar la Justicia de la Discapacidad como un lugar de lucha queer y trans negra, enraizada en las luchas por los derechos de las trabajadoras sexuales y el compromiso político negro (Costanza-Chock 2020).
Más investigaciones realizadas por, para y sobre trabajadoras sexuales con discapacidad
Las investigaciones futuras deberán seguir explorando la relación entre la política sexual, la discapacidad y la moderación de contenidos online. El diseño de Experiencia de Usuario (UX) putofóbico hace que las plataformas digitales sean menos accesibles para las personas con discapacidad usuarias. Anima a las personas marginadas, especialmente a las trabajadoras sexuales, a realizar prácticas menos accesibles y, en ocasiones, más peligrosas, para evitar el castigo de las plataformas.
Este documento se complementaría bien con una investigación empírica más profunda sobre cómo el aumento de la responsabilidad con las reformas de la Sección 230, incluida la FOSTA-SESTA, obligan a las trabajadoras del sexo a autocensurarse y a utilizar la esteganografía; en consecuencia, hacen que los materiales de reducción de daños sean menos accesibles para miembros de la comunidad con discapacidad. Dichos estudios deberían centrarse en las trabajadoras sexuales con discapacidades en su diseño e implementación, así como adoptar un enfoque de tecnociencia neuroqueer, tal y como lo conceptualiza Jessica Sage Rauchberg (2022). A nivel político, la aprobación de la Ley 25 —despenalizar el trabajo sexual en el estado de Nueva York— de estudios sobre trabajadoras sexuales seguras ayudaría a colmar algunas de estas lagunas empíricas.
Las luchas por la accesibilidad de las plataformas respecto a la Justicia del Diseño deberían posicionar de forma similar la discapacidad como un lugar de compromiso político feminista queer, lésbico y trans negro (Kafer 2013; Gray 2018; Richard y Gray 2018) y de compromiso político de las trabajadoras sexuales (Costanza-Chock 2020). Al igual que algunos estudios de la interacción persona-ordenador, adoptamos un proceso continuo de desaprendizaje y reparación al trabajar por una educación más accesible (Abraham, Boadi-Kusi, Morny y Agyekum 2021; Costanza-Chock 2020).
Las reivindicaciones de las trabajadoras sexuales negras con discapacidades, en concreto, sobre cómo defender la Justicia de la Discapacidad de la forma más eficaz, proporciona información valiosa sobre las amenazas de capacitismo que plantean las políticas o normas de trabajo sexual existentes. Quienes defienden La justicia del Diseño y quienes ibvestigan deben seguir centrando a las trabajadoras sexuales con discapacidad negras queer y trans en las cuestiones de investigación y las conversaciones sobre las políticas de Internet, ya que los cambios en las plataformas les afectan a ellas en primer lugar.
Por último, este documento centra principalmente su análisis y debate en EE. UU., donde la FOSTA/SESTA está promulgada como ley federal. Debido a esto, hay varias preguntas sobre cómo la vigilancia punitiva de las plataformas y la moderación de contenidos afectan a las trabajadoras sexuales en otras zonas del mundo. Las conclusiones de un estudio reciente (2021) con trabajadoras sexuales de Alemania y Suiza revelan cómo los efectos de las políticas de Internet de la FOSTA/SESTA se extienden más allá de EE. UU., incluso a países donde el trabajo sexual no está penalizado: muchas participantes afirmaron haber sufrido discriminación digital y marginación debido a que la mayoría de las plataformas tecnológicas forman parte del mercado estadounidense (Barwulor, McDonald, Hargittai y Redmiles 2021).
Aunque los estudios iniciales revelan cómo un diseño basado en la Experiencia de Usuario (UX) putofóbico permea más allá de EE. UU., se necesita más investigación para comprender cómo las trabajadoras sexuales experimentan Internet a nivel global, transnacional e intercultural.
Conclusión
Este artículo contribuye a un creciente corpus de estudios que enmarca el diseño basado en la Experiencia de Usuario (UX) para personas con discapacidad —incluida la FOSTA/SESTA— como una cuestión interseccional. Las investigaciones anteriores han explorado, por separado, las barreras de accesibilidad que enfrentan las personas con discapacidad, las trabajadoras sexuales y otros sujetos marginados. Necesitamos urgentemente más investigación sobre cómo estas identidades interseccionales soportan una carga agravada dentro de sistemas que criminalizan el trabajo sexual, ignoran las necesidades de las personas con discapacidad y existen dentro de sociedades capacitistas, racistas y putofóbicas.
A medida que el poder se concentra cada vez más en manos de las «grandes tecnológicas» y de las tecnologías de vigilancia financiadas por las corporaciones estatales, la acción colectiva se enreda aún más en esta violenta red de diseño de medios sociales capacitistas, racistas y putofóbicos, de minería masiva de datos y de otros resultados punitivos del capitalismo de la vigilancia (Taylor 2019; Zuboff 2019).
Las trabajadoras sexuales, muchas de las cuales viven en la intersección de múltiples identidades marginadas, son las primeras en sentir los impactos negativos de la represión digital. Se enfrentan de forma abrumadora a la peor parte de los daños causados por las políticas de la era del capitalismo de vigilancia como FOSTA-SESTA, al tiempo que señalan lo que el futuro depara a las personas usuarias de Internet en general (Blunt, Coombes, Mullin, Wolf 2020).
Al centrar a las trabajadoras sexuales con discapacidad en los estudios sobre discapacidad, sexualidad y tecnología, podemos iluminar aún más cómo el castigo de las plataformas a las conversaciones en torno al trabajo sexual, la sexualidad o el propio sexo conduce a entornos menos accesibles para las personas con discapacidad usuarias en general y ahoga la movilización política. Aunque, se ha demostrado claramente que la conectividad digital es una fuerza importante detrás de los esfuerzos contemporáneos por los derechos individuales y la justicia social, la tecnología es solo un factor en la trayectoria del movimiento, y su papel debe ser interrogado críticamente dentro de las reivindicaciones de los derechos individuales, los movimientos por la Justicia Social, y las luchas hacia la liberación colectiva (Tufekci 2017).
Aunque con frecuencia se considera que las plataformas de los medios sociales y otros espacios online proporcionan un mayor acceso a la participación en los movimientos, nuestra investigación nos lleva a preguntarnos: ¿son realmente accesibles estas plataformas? Y si es así, ¿para quién?
Referencias
Pueden obtenerse en el trabajo original Disabled Sex Workers’ Fight for Digital Rights, Platform Accessibility, and Design Justice.
Notas finales
- 1. Alegamos esto basándonos en los pocos estudios empíricos disponibles sobre trabajadoras sexuales con discapacidad (ver Fitzgerald et al. 2015; Wolf 2019), así como en las propias experiencias de las coautoras como trabajadoras sexuales con discapacidad y organizadoras.
- 2. Basamos nuestro uso del término «putofobia» en los dos conceptos de «estigma de las putas» y lo que Chi Adanna Mgbako (2016) denomina «putofobia política». El colectivo de base de trabajadoras sexuales Support Ho(se) define la putofobia en su «Guía para académicos centrada en el trabajo sexual» como «el miedo y el odio a las personas que se dedican al trabajo sexual, así como a lo que representan como desafíos a las concepciones hetero/homo/normativas de las relaciones amativas y las sexualidades».
- 3. Aquí nos basamos en la crítica de Costanza-Chock al diseño universalista, que se fundamenta en la «suposición de que solo existe una configuración del sistema motor humano» (2020:39). Como tal, «los principios y las prácticas del diseño universalista borran a determinados grupos de personas, concretamente a aquellos que se encuentran en una situación de desventaja interseccional o de carga múltiple, bajo el heteropatriarcado supremacista blanco, el capitalismo y el colonialismo» (ibíd.:40).
- 4. Específicamente, los informes de la comunidad de Hacking//Hustling Publicar Posting Into the Void: Studying the Impact of Shadowbanning on Sex Workers and Activists (2020), and Erased: The Impact of FOSTA-SESTA and the Removal of Backpage (2020).
- 5. A lo largo del documento utilizamos los términos «industria del sexo» y «comercio sexual» de forma intercambiable. Lo hacemos intencionadamente para incluir a la gente que ha intercambiado sexo por comida, vivienda, drogas, recursos o dinero y para aquellos que intercambian sexo para sobrevivir y no lo consideran un trabajo.
- 6. Hacking//Hustling (2019) define el shadowbanning como «un proceso turbio e interno que impide que ciertas cuentas aparezcan en un feed, o impide que se pueda buscar su nombre de usuario, y se utiliza rutinariamente en cuentas de trabajadoras sexuales, o en aquellas que creen que son trabajadoras sexuales, mientras que simultáneamente son denegadas por las empresas tecnológicas» (Blunt, Coombes, Mullin, Wolf 2019).
- 7. Dado que los algoritmos de las redes sociales son opacos —a menudo son denominados «cajas negras»—, solo conocemos sus resultados y podemos deducir su lógica en consecuencia. Los miembros de la comunidad han informado de que palabras como «trabajo sexual» e incluso «ayuda mutua» desencadenan la vigilancia de la plataforma.
- 8. Para más información sobre cómo afectan las políticas del procesamiento de pago a las trabajadoras sexuales online, consulta ACLU, How Mastercard’s New Policy Violates Sex Workers’ Rights, https://www.aclu.org/news/lgbtq-rights/how-mastercards-new-policy-violates-sex-workers-rights.
- 9. Ciudadanía íntima se refiere al derecho a la intimidad y a la autonomía en las decisiones que tomamos sobre nuestras relaciones íntimas (Ignagni et al. 2016). Este concepto ha sido fundamental para articular las demandas de justicia en materia de discapacidad.
- 10. Es importante señalar que, a pesar de esta tendencia, las personas con discapacidad intelectual a veces también pueden ser patologizadas por tener sexualidades consideradas ‘hiper’ o desviadas, así como negárseles derechos y acceso a la intimidad.
- 11. Para consultar literatura sobre clientes con discapacidad, consulte Garofalo Geymonaut (2019) y Fritsch, Heynen, Ross y van der Meulen (2016). Véase Owens (2015) para un análisis de la experiencia de clientes queer con discapacidad.
- 12. Aquí seguimos a Shannon Bell (1994), utilizando aquí el término «prostituta» intencionadamente para referirnos al símbolo moralizado y patologizado de la trabajadora sexual, y no a las propias trabajadoras sexuales. […] Para Bell, «el cuerpo de la prostituta moderna fue producido como una identidad negativa por el sujeto burgués, un símbolo vacío llenado desde el exterior con los escombros del cuerpo moderno, el cuerpo político» (Bell 1994:72).
- 13. Para un análisis detallado de la estructura legal y las complicaciones de FOSTA-SESTA, véase Kendra Albert et. Al (2020) «FOSTA in a legal context».
- 14. Para obtener más información sobre cómo FOSTA-SESTA ha perjudicado a las trabajadoras sexuales, consulte Blunt y Wolf (2020) y Musto et. Al (2021).
- 15. El funcionamiento interno de estos algoritmos no está a disposición del público; sin embargo, las experiencias de las personas activistas de base así lo sugieren (Blunt et al 2020; Salty 2019).
- 16. Un «efecto represor» es el uso del miedo o el castigo para empujar a la gente a un clima de autocensura que suprime o desalienta la expresión (Penney 2017).
- 17. Aquí nos basamos en la crítica de Costanza-Chock al diseño universalista, que se fundamenta en el imaginario «supuesto de que solo existe una configuración del sistema motor humano» (2020:39). Como tal, «los principios y las prácticas del diseño universalista borran a determinados grupos de personas, concretamente a aquellos que se encuentran en desventaja interseccional o sobrecargados de forma múltiple bajo el heteropatriarcado supremacista blanco, el capitalismo y el colonialismo» (ibíd.:40).
- 18. Para Thomson (1997), el «normado» o normativo se refiere a la encarnación compuesta e imaginaria del «omnipresente» de una cultura determinada: la persona normativa y no marcada o el indicador de identidad.
- 19. En Erased hicimos preguntas separadas sobre salud mental y discapacidad para hacernos una idea de cómo identifica la gente sus experiencias. No incluimos automáticamente los diagnósticos de salud mental en la categoría de discapacidad, pero queremos señalar que, incluso cuando las personas participantes afirman que sus problemas de salud mental son discapacitantes, algunos no se identifican como personas con discapacidad. Una persona participante con discapacidad de Erased (2019) nos dijo: «Siempre me siento… fraudulento al afirmar que mi salud mental es una discapacidad, pero realmente me incapacita, así que no sé qué decir. Siento que no merezco el título, aunque lógicamente sí lo merezco».
- 20. La esteganografía es la práctica de ocultar datos o mensajes detrás de mensajes o datos no secretos para evitar su detección. Nos referimos a la práctica de la esteganografía lingüística, la práctica de ocultar mensajes a plena vista mediante el uso de palabras en clave o en lenguaje poco visible para transmitir un significado que solo el destinatario previsto entenderá.
- 21. El Congreso resume la Ley 25 como un proyecto de ley que requiere que «el Departamento de Salud y Servicios Humanos estudie los impactos de la reducción de la accesibilidad a las webs de detección de clientes, intercambio de información y reducción de daños resultante de la FOSTA-SESTA sobre las personas que ejercen el trabajo sexual adulto y consentido. El estudio debe recurrir a organizaciones comunitarias sin ánimo de lucro para realizar encuestas y entrevistas a las trabajadoras sexuales con el fin de recopilar información sobre (1) las experiencias de violencia por parte de los clientes; (2) las interacciones con las fuerzas del orden; (3) las experiencias de explotación, y (4) el impacto en la estabilidad de la vivienda y la salud mental, entre otros efectos.»